En la Edad Media no había cepillos dentales, ni desodorantes, ni papel higiénico. Poco se frecuentaban los baños de inmersión.
En un día festivo se podían reunir hasta 1500 personas sin ningún aseo. Usaban los abanicos, no buscando refrescarse sino para dispersar el hedor que emanaban debajo de sus atavíos.
Además utilizando los abanicos ahuyentaban los insectos que andaban cerca de ellos por la misma razón.
En la Edad Media, se celebraban un gran número de enlaces en junio, al empezar el período estival. Las novias portaban además de abanicos, ramos de flores para enmascarar los malos olores. Y así comenzó una nueva tradición, los ramilletes de flores nupciales.
En la Era Victoriana, el galanteo se preparaba con ahínco. Las muchachas de la época crearon un código utilizando los abanicos. Algunos de estos códigos eran:
Abanicarse rápidamente- Te amo con intensidad.
Abanicarse lentamente- Soy casada y me eres indiferente.
Cerrarlo despacio- Sí.
Abrirlo y cerrarlo rápidamente- Cuidado, estoy comprometida.
Cerrar rápido- No.
Dejar caer el abanico- Te pertenezco.
Levantarse el cabello con el abanico- Pienso en ti.
Prestar el abanico- Te despido, se acabó.
Contar las varillas- Quiero hablar contigo.
Dar un golpe con el abanico- Impaciencia.
Sujetar el abanico con las dos manos- Es mejor que me olvides.
Cubrirse los ojos con el abanico abierto- Te quiero, o también; Cuidado, nos vigilan.
Apoyarlo sobre el corazón- Sufro por tu amor.
Arrojar el abanico- Te odio, se acabó.