Bella, culta, refinada, Lucrecia fue ante todo un peón al servicio de las ambiciones de su padre, el papa Alejandro VI y su temible hermano César, que la implicaron en la agitada política italiana.
Los astrólogos vaticinaron un futuro memorable para la bella recién nacida y ciertamente, no se equivocaron. Lucrecia llegaría a ser tan célebre y controvertida como los demás miembros de la familia que dominó la capital de la Cristiandad a finales del siglo XV.
El cardenal Borgia confió su educación a la joven viuda Adriana Orsini, su prima y confidente, que introdujo a Lucrecia en el conocimiento de las artes más cultas y refinadas. Con Adriana aprendió latín, griego, italiano, castellano y francés, así como música, canto y dibujo, pero también a moverse en los ambientes cortesanos más refinados.
Desde el momento en que su padre fue nombrado papa, se convirtió en objeto de deseo para las principales familias italianas, deseosas de emparentarse con la hija del titular del trono de San Pedro.
La propuesta de unir a Lucrecia con Giovanni Sforza por parte de Ludovico el Moro, fue aceptada por los Borgia, que consiguieron así, un poderoso aliado en el norte y centro de Milán
La boda con Sforza fue un absoluto fracaso. La joven Lucrecia descubrió los encantos de la vida nocturna de Roma del brazo de Giulia Farnese, amante de su padre. A los 19 años, en 1497, las acusaciones de incesto con su hermano César hasta con su propio padre, corrieron en la capital. "¡Es la puta del papa!", se oyó decir de ella. Los enemigos de los Borgia tuvieron entonces la ocasión de denunciar las perverciones de la iglesia, pero los Borgia reaccionaron obligando a Sforza declararse impotente. Lucrecia declaró que la relación no llegó a consumarse. Dos miembros de la curia cardenalicia confirmaron que Lucrecia era virgen, pues Sforza "era impotente por completo y de naturaleza frígida".
Lucrecia se retiró entonces al convento de San Sixto, en Roma. y sólo su padre pudo comunicarse con ella.
En 1498, el Papa la casa con Alfonso de Aragón, hijo del rey de Nápoles. La relación duro poco, ya que César estranguló a Alfonso en su cama.
Poco después de salir del convento, Lucrecia dio a luz a un niño. Siempre se atribuyó la paternidad a César, aunque también se la otorgó a Alejandro VI. César era cardenal y la relación con su hermana ya era difícil de ocultar.
Su padre, mayor y enfermo, le arregló una última boda con el heredero del duque de Ferrara.
En Ferrara, Lucrecia formó una de las cortes más refinadas del Renacimiento, ganándose la estima de sus súbditos.
A su muerte a los 39 años, tras un complicado parto, la imagen que se tenía de Lucrecia en los territorios europeos e italianos, era la personificación de la lujuria y la perversión.
Víctor Hugo publicó en 1831 una obra de teatro "Lucréce Borgia", en la que convierte a nuestra protagonista en una mujer inmoral, una femme fatale que instiga, envenena y comete todos y cada uno de los crímenes de los que se la había acusado, fijando para siempre en el imaginario colectivo la imagen de
LUCRECIA BORGIA como envenenadora al servicio del Papa.
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