Un frío de invierno con una llovizna persistente se hacía notar. Completaba el cuadro una niebla densa, aunque nada de ello podía llamar la atención ya que se trataba de un clima característico del invierno de Buenos Aires.
El vehículo debía cruzar el Riachuelo por el puente Bosch, en Barracas. Este puente metálico levadizo corre por las vías del Ferrocarril General Roca y había sido inaugurado en 1908.
Cada coche tenía capacidad para 36 personas sentadas. Esa madrugada viajaban a bordo 72 pasajeros. Llegó a la estación Avellaneda y luego de su parada se dirigió rumbo al puente Bosch. Eran cerca de las seis de la mañana.
En ese mismo momento, la barcaza "Itaca II", que navegaba el Riachuelo por la misma zona hizo sonar sus sirenas, y el puente comenzó a elevarse. El vigía activó el mecanismo del puente y encendió también la luz roja en el costado de las vías, para prevenir que ningún tranvía intentara realizar el cruce durante la operación.
El tranvía continuó con su recorrido normal, tomando la curva que lo llevaba directamente hacia el cruce del Riachuelo. Nadie pudo explicar certeramente, como el conductor no advirtió la señal de alarma y continuó su trayecto sin notar que el puente se había levantado.
La versión de los hechos contada por el sereno del puente Manuel José Rodríguez, señalaba que: "En ese momento me pareció escuchar el ruido de un tranvía y sentí un sudor frío. Me asomé por la ventana de mi garita y vi, entre la niebla, las luces de las ventanillas de un vehículo que acababa de entrar al puente. Medio desesperado, empecé a gritar para que el motorman me escuchara, pero fue inútil. Era el tranvía 105, que venía muy ligero. El conductor no podía escucharme; tampoco tenía ya tiempo de frenar. Pasó debajo mío como una tromba y lo vi caer al vacío en forma espectacular, hasta que se hundió completamente en el río; en ese momento se apagaron los chirridos de las ruedas y se sintió el ruido del impacto con el agua. Después todo fue silencio aterrador. Bajé de la garita y me encontré con otras personas que también habían presenciado la escena y empezamos a pensar cómo diablos podríamos sacar a esa gente de allí dentro".
El diario La Razón recogió el testimonio de un albañil italiano, pocas horas después del accidente: "Yo estaba sentado en el segundo asiento que da a la plataforma delantera. El tranvía se hallaba atestado de obreros. La caída nos tomó a todos de sorpresa, pues nadie advirtió el peligro que corríamos cuando nos acercamos al puente. Sólo recuerdo que al producirse la caída se oyeron gritos de todas partes y que yo me sentí llevado quizá por el impulso de los que caían sobre mí cuando el tranvía daba tumbos antes de desaparecer bajo las aguas. Una vez en el fondo, sentí la impresión de que pisaba sobre algo blando...y creo que logré aferrarme a una de las ventanillas que estaban abiertas. Semiasfixiado, después me encontraron los del remolcador prendido a uno de los cables del troley. Luego me desmayé".
Otro sobreviviente declaró: "Nadie pudo darse cuenta de la tragedia que nos acechaba...Al caer se oyeron gritos, la gente se arremolinó, unos se fueron contra otros. Todo se produjo en tan escasos segundos, que hasta es difícil reconstruir mentalmente lo que sucedió en esos momentos. Yo estaba sentado en el segundo asiento de la derecha, cerca de la puerta delantera. Y como estaba contra la ventanilla, al caer el tranvía me fui contra el vidrio. Con el propio peso y los que cayeron sobre mí, aquel se rompió y quedé en el agua".
Sólo cuatro pasajeros pudieron salir del tranvía con vida. Se dijo también, que algunos pasajeros que viajaban en la plataforma trasera del tranvía lograron arrojarse del vehículo, cayendo sobre la pasarela del puente y salvando así sus vidas.
Sucedió hace más de ochenta años y por la magnitud de la tragedia, todavía perdura en el recuerdo de varias generaciones.
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