El Inquisidor, de Patricio Sturlese
La Edad Media, también denominada oscurantismo, es una de las peores fases que la humanidad ha experimentado. Después de haber vivido un avance y progreso científico impresionante, la Edad Media significó un gran declive en toda la cultura.
En la Edad Media, la Iglesia dominó el pensamiento del pueblo. Buscaban la fe ciega y dogmática en un dios absoluto.
Todo lo que importaba era el cristianismo y la adoración al dios verdadero. La educación, el poder político, el arte y la ciencia no interesaban más. La riqueza de tierras era algo malo, puesto que la vida terrenal no interesaba. La vida terrenal era sólo un paso a la gloria y vida eterna. Y si los estudiosos contradecían aquello que la Biblia aseguraba, podían ser condenados por la Santa Inquisición y a torturas rigurosas.
Desde Galileo Galilei hasta Juana de Arco, se cuentan por decenas los personajes destacados de la Historia que fueron perseguidos y ajusticiados.
La Santa Inquisición fue organizada en 1231 por el Papa Gregorio IX, quien puso a cargo de su dirección a los dominicos, quienes no se detuvieron en su salvajismo para castigar a los transgresores. Lo esencial para los jueces era conseguir la confesión de los acusados, lo que condujo a mediados del siglo XIII a la utilización de la tortura.
El inquisidor Torquemada estableció en forma categórica que los reos no deberían sangrar ni sufrir lesiones, por lo que se idearon métodos e instrumentos bastante extraños que cumplían el objetivo.
EL POTRO La víctima era atada de pies y manos a los dos extremos del aparato. Era estirada lentamente hasta que todas sus articulaciones se dislocaban.
EL AGUA
Obligaban a las personas a beber cubetas llenas de agua. La cantidad era aproximadamente de 10 litros continuos. El torturador se ayudaba de un embudo y le impedía respirar a la víctima, su estómago no aguantaba más y después de sufrir tanto, explotaba.
Una de las muertes más crueles por este método se sucedió a finales del siglo XVI, estuvo relacionado a un hombre que fue acusado de ser un hombre lobo y poseído por un demonio. El verdugo vació un volumen de agua tan grande en la garganta de la víctima, que su barriga se expandió y se puso dura poco antes de que muriera.
LA GARRUCHA
Era uno de los instrumentos de tortura más recurrentes. Consistía en atar por la espalda las manos del prisionero, ponerle peso extra en los pies y colgarlo con una polea por las muñecas. Cuando estaba lo más arriba posible, lo dejaban caer sin que tocara el suelo.
Una bella mujer mientras sufría la tortura de la garrucha «sufrió un ataque en el que lanzó mucha sangre de su pecho». Según parece, durante el castigo se le rompió la arteria, lo que la hizo fallecer a las pocas jornadas
CUNA DE JUDAS
Una adaptación mucho más violenta de la anterior. Ataban a las víctimas por las muñecas, las levantaban con una polea y después las dejaban caer sobre una pirámide muy puntiaguda con la finalidad de clavar su ano, escroto o vagina.
LA RUEDA
Se comenzó a utilizar en Francia en el siglo XVI. Existían distintas maneras en las que alguien podía ser torturado con este aparato. La primera utilizaba esta rueda de madera para atar en toda su área al mártir desnudo, después los torturadores lo golpeaban hasta el cansancio con hierros candentes o simplemente lo mutilaban mientras una hoguera ardía debajo de él.
LA DONCELLA DE HIERRO
Era una especie de sarcófago provisto de estacas metálicas muy afiladas en su interior, de este modo, a medida que se iba cerrando se clavaban en la carne del cuerpo de la víctima que se encontraba dentro, provocándole una muerte lenta y agónica. Las más sofisticadas disponían de estacas móviles, siendo regulables en altura y número para acomodar la tortura a las medidas del delito del torturado.
La primera ejecución con este método sucedió en 1515, y la víctima fue un falsificador. «Las puntas afiladísimas le penetraban en los brazos, en las piernas, en la barriga y en el pecho, y en la vejiga y en la raíz del miembro, y en los ojos y en los hombros y en las nalgas, pero no tanto como para matarlo, y así permaneció haciendo un gran griterío durante dos días, después de los cuales murió»,
LA SIERRA
Este instrumento no necesita mucha explicación. Se cortaba por la mitad a aquel que hubiera cometido crímenes atroces contra la Iglesia. Lo hacían de cabeza para que el cerebro no perdiera tanta oxigenación y permaneciera consciente hasta llegar cerca del ombligo.
LA PERA ORAL O VAGINAL
El aparato se introducía por la boca, vagina o recto. Una vez en el interior, se expandía a la fuerza. La cavidad era mutilada y, en muchas ocasiones, los torturados morían de dolor. Tenían puntas en el extremo que servían para desgarrar la garganta, cérvix o intestinos.
LA ARAÑA DE HIERRO
Diseñado especialmente para las mujeres que habían engañado a Dios acostándose con el diablo, la araña de hierro torturaba los senos femeninos. Se ataba a una mujer a un poste y se le colocaba el aparato como si fuera una pinza metálica por todo su seno. Después con una gran fuerza, se le arrancaba por completo.
"Que otros se lamenten de que los tiempos son malos; yo me quejo de la mediocridad, puesto que ya no se tienen pasiones.
Por eso mi alma se vuelve siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare. Aquí se siente en todo caso la impresión de que son los hombres los que hablan, aquí se odia y se ama de veras, se mata al enemigo, y se maldice a su descendencia por todas las generaciones; aquí se peca".
Kierkegaard, "Diapsálmata"
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